El
olor a té inundaba la pequeña y humilde casa de la anciana. Sentada en el suelo
sobre un cojín de seda blanco disfrutaba serenamente de una taza de té
caliente.
A
pesar de su aparente tranquilidad, no apartaba la mirada de la puerta, era como
si presintiera la llegada de alguien. Al cabo de unos segundos, la puerta se
abrió de golpe, y allí frente a ella y con los ojos inyectados de una ira fuera
de lo común estaba el príncipe Hong-xiang.
-¡Me has engañado vieja
estúpida!-le gritó con fuerza. Preso de la ira, empezó a destrozar todo lo que
veía a su alrededor. Pero la anciana no parecía escucharle, concentrada en su
taza, seguía bebiendo de su té como si aquello no fuera con ella.
-¡Nadie se burla del príncipe
Hong-xiang!-le gritó acercando su rostro iracundo al de la anciana hechicera.
¿Entiendes?
Dejó
suavemente su taza en el suelo, le miró y luego se puso de pie.
-Pagarás muy caro tu
atrevimiento-le amenazó con su espada.
La anciana se rio con fuerza
y luego lo miró desafiante.
-Tus amenazas no me dan miedo-dijo
con voz calmada y sin síntomas de estar preocupada.
El príncipe torció el gesto en
señal de desagrado, estaba visiblemente irritado ante la actitud pacificadora
de la anciana. Enfadado escupió al suelo y dio una patada a la tetera de la
vieja derramando todo el contenido por la habitación.
La
anciana lejos de asustarse empezó a hablar con calma y mirando a los ojos a aquel
príncipe iracundo e inhumano.
-Hace muchos años cuando yo era aún
joven y bella un príncipe le prometió a mi padre que me tomaría por esposa y me
convertiría en la mujer más feliz de todo su reino. Mi padre que era el rey de
la ciudad olvidada, creyendo en su palabra accedió, y aquel príncipe se casó
conmigo.
Tuvimos un hijo, pero aquel
desdichado y su madre me lo arrebataron y me expulsaron del reino como si de
una ladrona se tratara. Luego se inventaron mil mentiras y le declararon la
guerra a mi padre y aniquilaron la ciudad entera. Nunca supe que había sido de
aquel niño, mi pequeño Shaomin, hasta que un buen día una vieja anciana del
lugar me contó un secreto. Ella era una famosa hechicera, le habían encargado
matar a mi hijo, pero se compadeció de él. De manera que, para salvar la vida
de aquel niño hizo un hechizo del que una vez había oído hablar y decidió
probar suerte, así que lo transformó en uno de los seres más bellos de la
creación, y lo envió al mundo de unas mariposas muy especiales. Me juró que mi
hijo ahora reinaba en aquel mundo y que era feliz. Yo le pedí que me enseñara
sus artes y así poder vengarme de la descendencia de aquel príncipe. Entonces
apareciste tú, Hong-xiang, hijo de Shaozú aquel príncipe, tan ambicioso como él
y vi en ello mi oportunidad.
-¡Maldita embustera!-contestó
él abofeteándola. Todo eso son fantasías de una vieja loca cómo tú. Dime dónde
has escondido al niño y salvarás tu vida.
-Eres muy
valiente enfrentándote a una simple anciana-se burló la hechicera.
Pero eso no te valdrá para librarte de tu destino de segundón. Jamás llegarás a
reinar, jamás- y se echó a reír con todas sus fuerzas.
-Eso ya lo veremos, maldita
vieja-le respondió mientras hundía una daga en su corazón.
Una
luz cegadora invadió la estancia, y luego se atenuó hasta descubrir a la
anciana en el suelo con una sonrisa burlona en su rostro.
Al
mirarla, el príncipe Hong-xiang le lanzó una patada al mismo tiempo que
murmuraba entre dientes.
-Vieja estúpida, ahora de nada te
sirve tu magia.
Antes
de girarse para abandonar la estancia el cuerpo de la anciana se deshizo en
cientos de mariposas de todos los colores que salieron por la ventana ante la
mirada atónita de aquel estúpido príncipe.
-¡Maldita seas vieja bruja!-exclamó
enfadado.
Miró a su alrededor y luego se
marchó en dirección a palacio.
Continuará...
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