La vieja cocinera la acogió con agrado y le relató todo lo sucedido. Mei Li, llena de tristeza, quiso salir huyendo de allí en busca de su madre. Hiyori, la cocinera, le aconsejó que fuera discreta y descartara la idea, al menos por el momento. No había que levantar las sospechas del malvado Hong-xiang y poner en peligro su vida. Ahora debía aguardar el momento oportuno para hacerse presente ante su padre, el rey.
Pasó una semana y su puesto como ayudante de cocina le permitió ir conociendo todas las intrigas palaciegas. Fue descubriendo poco a poco la ambición desmedida por el poder y el lujo de la joven esposa del rey, ambición que compartía con su hermano y su tío Hong-xiang.
Una buena mañana la vieja Hiyori decidió que fuese Mei Li la que acompañara a la jefa de provisiones del reino para que hicieran una serie de encargos para las cocinas de palacio. Al pasear por el pueblo solo vio pobreza, y la tristeza en el semblante de todos aquellos que se iban encontrando. Al llegar al almacén de harina, el molinero les recibió con mala cara. Se quejaba de la subida de impuestos, y de lo poco que le pagaba el rey por su mercancía. La jefa de provisiones se encogió de hombros y le aconsejó que no levantara la voz y la ira del rey. Las miró con cara de resignación y al aparecer los soldados del rey que las acompañaba, resopló con indignación y cargó los fardos de harina en el carro. Mei Li miró a sus ojos y solo descubrió la decepción y la rabia contenida.
No habló durante el trayecto de vuelta al palacio, estaba sumida en sus pensamientos. No comprendía como en palacio podían vivir de espaldas a la realidad de su pueblo, no era justo tratarlos así. ¿Por qué? se preguntaba...Un rey que vive de espaldas a su pueblo es un rey condenado a perder su reino.
Al llegar a palacio, escuchó a alguien gritar de dolor. Los gritos provenían de las caballerizas. Al llegar allí vio al rey contemplando como sus soldados propinaban latigazos a un mozo de cuadra.
-Piedad mi señor, os lo suplico-gritaba aquel hombre con la espalda llena de heridas-yo solo cogí esos panes para llevarlos a mis hijos pequeños, tenían hambre.
-Calla gusano, es un delito muy grave robar al rey-le respondía el soldado mientras le atizaba con el látigo.
-Piedad os lo suplico-repetía sollozando.
-Os he perdonado la vida-respondió el rey-¿no es eso piedad?
-¡Es una crueldad castigar a alguien que solo quería dar de comer a sus hijos!-respondió furiosa Mei Li.
El rey lleno de ira se giró ante la intromisión de aquella joven.
-¿Y quién sois vos para juzgarme a mí?-inquirió el rey.
-Soy, Mei Li, tu hija-respondió la joven desafiante.
El rey contrariado, ordenó que parasen el castigo. Luego examinó a la joven de cerca. Su rostro parecía cada vez más contrariado. Aquella joven era el vivo retrato de su madre, su primera esposa, no había duda. Pero entornó los ojos como si tramase algo y luego se dirigió de nuevo a la joven.
-Solo hay una forma de saber que vos no sois una impostora.
-Decidme padre-le retó Mei Li.
-Todos los descendientes del rey Wataru, mi bisabuelo, llevamos una mancha de nacimiento en el muslo derecho, si eres quien dices ser debes tener esa mancha, probad que lleváis la mancha de nacimiento.
-Solo lo haré en vuestra sola presencia y la de Hiyori,la cocinera jefe de palacio como mi único testigo.
El rey aceptó la propuesta y Mei Li le acompañó junto a la vieja Hiyori a un salón de palacio fuera del alcance de miradas curiosas. Al dejar al descubierto la pierna derecha, los ojos atónitos del rey descubrieron con asombro la mancha de nacimiento. Era su pequeña, su hija a la que tanto había añorado día y noche. Sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría.
-Tú, eres tú- dijo balbuceando.
-Sí padre, soy yo-respondió fríamente.
Su respuesta dejó al rey confuso sin saber que hacer si abrazarla o pedir perdón.
-Hija, tienes que perdonarme.Yo...
-Padre, ¿dónde está mi madre?-Interrumpió Mei Li.
-Desde que desapareciste, las cosas dejaron de ser como antes, ya nada era igual entre nosotros-respondió el con melancolía.-La verdad es que nuestra relación se fue enfriando y empezamos a distanciarnos. Eramos dos desconocidos viviendo una mentira.
Mei Li, se quedó profundamente triste.
-Tu madre está bien, no te preocupes. Ella marchó a casa de sus padres y por lo que sé también se ha vuelto a casar.
Aquello la dejó sorprendida, pero claro si su padre había rehecho su vida ¿por qué no iba a hacerlo su madre? Al fin y al cabo también era la heredera al trono de sus padres.
-Prométeme que perdonarás al mozo de cuadra y le darás comida para sus hijos y que bajarás los impuestos a los ciudadanos del reino.
-Te prometo que perdonaré al mozo de cuadra, lo de los impuestos es cosa de tu tío, es él quien lleva las finanzas del reino.
Aquello no le gustó mucho a Mei Li ¿cómo podía su padre confiar en un ser tan malvado y mezquino? Decidió que convencería a su padre para darle otro destino a la ambición de Hong-xiang, un destino menos nocivo para el pueblo.
La noticia de la aparición de Mei Li cayó como una bomba en palacio. Sobre todo para la joven reina y para las ambiciones de Hong-xiang.
Continuará...
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