Hace frío, aunque ella no se queja. A pesar de tener el fuego encendido para asar las castañas en un viejo bidón reciclado a modo de plancha, sin embargo tiene frío. Se nota que está próximo el invierno, el otoño ya va dando los últimos coletazos y la lluvia ha dejado paso al frío y al viento, un viento gélido e hiriente. Apostada en la esquina de unos centros comerciales, su peculiar puesto de castañas va cogiendo ritmo a medida que avanza la noche y el frío se hace presente. Las gentes que van de un lado a otro haciendo sus compras, hacen una parada en el puesto para comprar un cucurucho de castañas con que calentar las manos. -¡Castañas asadas!- anuncia a los viandantes, mientras remueve con una espumadera metálica las castañas para que no se le quemen. Es bastante mayor, y la pensión de viudedad apenas le da para comer. Así que cuando llega el otoño recurre a la venta de castañas. Las escasas ganancias que obtiene, la castañera, las deposita en un tarro blanco de c
Mi lugar mágico dónde contar cuentos e historias divertidas.