Las aventuras de la bruja Melisa. Una aventura en Pisa.

Melisa y sus amigos están consultando en el libro mágico el hechizo para buscar personas. Todos se concentran y formulan las palabras mágicas con mucho cuidado y al cabo del rato, tienen una visión muy precisa, han visto a su tía Elvira visitando la ciudad de Pisa. 

  Melisa avisa a Melitón que anda algo acatarrado y se está tomando un jarabe que nuestra amiga ha preparado, pero aunque está mejor de su resfriado, vuelve a tener algo de sordera y así de nada se entera.

- ¡ Melitón vengaaa que nos vamos a Pisaa!

- ¡Noo ahora no tengo ganas de comer pizzaa! 

- Qué dices de pizza, nos vamos a la ciudad italiana de Pisa, la de la torre inclinada.

-¡ No tampoco me gusta el gofre de nata!

-¡Uf está más sordo que una tapia!

-¿Gordo yo? pero mira qué tipito tengo, qué me vais a llamar gordo a mí, pues vaya niños más maleducados.

 -Bueno, pues vamos a llamar a mi tío y nos ponemos en camino.

- ¿Qué no oigo un comino? pero si oigo estupendamente.

 Nuestra amiga Melisa ha cogido en brazos a Melitón para que se calle un rato y descanse. Y como nuestro amigo es un mimosón, no le ha importado que lo lleven en brazos como un peluche.

 Se reúnen todos en el taller para emprender el viaje, pero en esta ocasión se ha presentado el profesor de ciencias que se ha enterado por su hija Celia.

-¿Vaya esto es lo que estáis haciendo estas vacaciones?

- Si, profesor. Verá hemos resuelto hacer un proyecto en equipo toda la clase. Y ya se lo presentaremos el lunes cuando  empecemos, ahora estamos en fase de pruebas. Le explica Eugenio en tono interesante.

- ¿Os importaría que os acompañara?

- Queda usted invitado a acompañarnos en la prueba del viaje a Pisa.

- Curioso invento...¿funciona?

Cuatro pelos que lo ve dudoso, se dirige a él y le comenta que es el cuarto viaje que hacen y de eso puede dar fe.

 Preparan todo para iniciar el viaje hasta Pisa. Al cabo de unos segundos, se encuentran en la ciudad delante de lo que parece una casa de comidas. El olor es inconfundible, y Melitón se despierta de sopetón por el olor a queso fundido.

-Hummm qué bien hueeele...¿pero no os dije que es muy temprano para comer pizza?

 Todos se empiezan a reír, ya que al final acaban comiendo pizza; el primero, Melitón que se come dos de queso parmesano el muy glotón, y que decir de el profesor  Piedrahita que se come el solito una pizza Margarita.

   Después de comer se dieron una vuelta por la ciudad y al llegar a la plaza en la que está la torre, se encontraron a un grupo de jóvenes mirando a lo alto con mucha expectación. Cuando de repente ven a un hombre que porta dos balas de cañón.

-¿Qué va a hacer ese loco? pregunta Miranda.

 El profesor Piedrahita recuerda una anécdota que una vez oyó a un profesor sobre Galileo Galilei.

-¡Chicos esto es asombroso estamos en la época de Galileo Galilei!

-¿Y qué va a hacer? pregunta Eugenio algo desconcertado.

- Veréis recuerdo que nos contaron que Galileo se subió a la torre de Pisa para tratar de demostrar que la velocidad en el descenso de un cuerpo es independiente de la masa, y para   demostrarlo lanzó desde lo alto dos balas de cañón de distinta masa.

-Uf ¿ y si explotan?

- Por si las moscas chicos apartémonos lo más posible.

   Todos se apartan, y aquél individuo desde lo más alto de la torre lanza las dos balas de cañón produciéndose una pequeña explosión. Afortunadamente no pasa nada y todo queda en un susto y algo de ruido, pero que a nuestro amigo Melitón al final le ha destaponado los oídos.

 Cuatro pelos como está algo asustado, se acerca para comprobar si el individuo es en verdad Galileo, y  tan ensimismado está que no oye el aviso del profesor de ciencias, y casi le cae una bala de cañón en la cabeza. Suerte que las balas solo están rellenas de arena, si no madre la que se lía. Cuatro pelos está algo cansado y se apoya en la pared de la torre que no sabemos porqué pero se inclina de momento y a Andrea del Pisano que se encuentra allí vigilando las obras, entre  lo de cuatro pelos y la prueba de Galileo le ha dado un mareo.

 Melisa ha preguntado a Galileo por si ha visto a su tía, y Galileo le ha comentado que la vio esta mediodía. Al parecer se fueron a una fragua para pedir unas herramientas y arreglar algo que llevaban en una bolsa.  Mientras esto ocurre, el profesor Piedrahita se fija en un sujeto que vigila a Galileo.

- Esa cara me suena. Comenta el profesor.

- ¡ Es Malcoco!- Grita Melitón.

-¡Qué Malcoco, ese es mi hermano Bernardo Piedrahita Malcocinado. Un perfecto sinvergüenza que me robó mi tésis y se marchó con mi beca. 

 Todos se quedan estupefactos, no sabían que el profesor tuviese un hermano tan malo.

- Y el mal nacido se ha puesto peluca postiza y esa verruga para que no le reconozca.

- Pero profesor ¿tan malo es su hermano?

- Es un aprovechado y un tramposo, pues de científico no tiene nada. Siempre suspendía y cuando aprobaba era porque copiaba.

-¡Vamos tras él!

Salen todos corriendo, Malcoco que los ve sale huyendo y no ve un carro que transporta un cargamento de mármol de la ciudad de Carrara, para hacer obras en la Catedral y el tortazo que se da contra el carro resulta descomunal.

   Pero al darse el tortazo resulta algo raro, por alguna razón se ha puesto en funcionamiento la máquina del tiempo y Malcoco desorientado delante de sus narices se ha esfumado.

-¡Me las pagarás hermanito, te buscaré y te encontraré fijo!

-Profesor le buscaremos todos juntos y no tendrá escapatoria. Le promete Eugenio, que parece que se le ha ocurrido la invención de algún ingenio que tiene en mente, pero que lo construirá cuando lleguen a casa proximamente.

 Van a la herrería y allí les comenta el herrero que les fabricó una herramienta parecida a un destornillador para ajustar algunas tornillos, pero que al instante desaparecieron como si fueran duendecillos.

  Bien chicos volvemos a casa, pero ya sabemos algo más de Malcoco y como piensa, así que tenemos que hallar la manera de ponerle una trampa.