Ir al contenido principal

Carlitos y el mar

  Es el primer año que Carlitos pasa sus vacaciones en la playa. Nunca ha visto el mar, así que al verlo se queda parado, abre sus ojitos con cara de fascinación y también la boquita y señala al fondo, allí se divisan unos barquitos con velas de colores que practican la navegación a vela. Es todo nuevo para él. Su padre empieza a colocar la sombrilla en la arena, intentando encontrar la posición más idónea para que la brisa no se lleve luego la sombrilla. Su madre sonríe al ver a Carlitos entusiasmado con el mar. 
 El agua está limpia, trasparente como el cristal. La arena es fina y Carlitos intenta quitarse la arena que le incomoda en sus chanclas, su madre sonríe y le quita las chanclas y la ropa, dejándolo con su bañador azul marino. Al notar la arena en sus pies disfruta un montón, se siente libre y feliz, corretea por la arena y al caer sobre ella da vueltas sobre sí mismo llenándose de arena hasta la cabeza.  Luego sale corriendo hacia la orilla en busca del agua, pero una pequeña ola hace que retroceda, su madre ríe abiertamente al verlo correr hacia atrás. Luego avanza de nuevo hacia el agua y al contacto con el agua vuelve otra vez hacia atrás. Su madre le toma de la mano y juntos avanzan hacia el agua. Ahora se siente seguro, al lado de su madre no tiene nada que temer. Viene una ola y su madre le dice que salte con ella y así descubre un nuevo juego, el de saltar las olas. Le gusta tanto que se ríe cuando no consigue esquivarla y le derriba mojándose entero.
    Al salir del agua, Carlitos busca su pala y su cubo en forma de castillo, quiere hacer uno de esos castillos de arena de los que tanto le ha hablado su padre. Su madre antes de que se exponga demasiado al sol, le vuelve a a dar con su crema fotoprotectora y le da su gorrita blanca. Luego le pide a su padre que le ayude a construir un castillo de arena enorme. Su padre llena uno de los cubos de agua y lo vierte sobre la arena y le pide a Carlitos que eche la arena recién mojada en el cubo. Carlitos obedece y llena el cubo, luego su padre lo prensa bien, y le dice que ahora tienen que hacer un pequeño truco de magia, darán la vuelta al cubo rápidamente y la arena no se caerá. Dan la vuelta y Carlitos se asombra cuando al ir levantando con mucho cuidado el cubo aparece la primera torre del castillo. Vuelven a repetir la operación y así forman un castillo enorme con cuatro grandes torres. 
 La madre de Carlitos ha ido al chiringuito de la playa a por unos refrescos y al volver se encuentra con un maravilloso castillo. Coge la cámara de fotos y les pide a los dos que se coloquen detrás para inmortalizar el momento. Luego Carlitos, como es tan travieso, destruye el castillo y se lo pasa bomba. 
   Es la hora de comer y Carlitos lo hace ese día sin poner excusas, el mar le ha dado mucha hambre. Su madre está asombrada y al mismo tiempo contenta, nunca le ha visto comer con tantas ganas. 
  Al terminar las dos horas de digestión su padre se lo lleva dando un paseo por la playa hasta llegar a una zona de rocas en las que hay unos hombres y algunos niños pescando. Carlitos pregunta a su padre si allí hay tiburones. Su padre se ríe y le dice que no, que allí no hay tiburones. Luego ve como un niño saca un pez del agua, se trata de una lisa, pero como no es muy grande el niño le quita con cuidado el anzuelo y lo devuelve de nuevo al agua. Carlitos observa curioso como el pez vuelve a adquirir agilidad y rápidamente se interna otra vez mar adentro. Cuando el pez desaparece de su vista, Carlitos lo celebra dando saltos de alegría. Los pescadores sonríen al verlo tan feliz.
 Después de tan intenso día, la familia vuelve a casa. Es hora de ducharse y quitarse la sal del mar. Carlitos está muy feliz de su primer día en la playa. Al terminar de cenar, sus ojitos se cierran por el sueño. Está cansado y ahora duerme feliz, cansado de tan agotador día, pero inmensamente feliz…¡Felices sueños Carlitos! se oye susurrar a su madre mientras le da un beso en la frente.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

La contadora de estrellas🚀

      Llega la hora de dormir y la pequeña Clara se resiste a que la dejen sola en su cuarto. Su madre para convencerla de que no debe tener miedo, abre la puerta del armario y la anima a asomarse. -Ves, aquí no hay nada a lo que temer hija, solo tu ropa. -¿Seguro mami?- pregunta mientras mira con recelo el interior de su armario.  A continuación, su madre se agacha y la invita a hacer lo mismo para mirar juntas bajo la cama. -Aquí tampoco, solo está la pieza del puzzle que estabas buscando esta tarde. -Oooh vaya, gracias mami.   Aún así, Clara no quiere quedarse a oscuras sola en su cuarto y no quiere admitir que tiene miedo. Le pide a su madre que le deje encendida la luz para ver los dibujos de su cuento favorito. Su madre sonríe y al final se queda un ratito a contarle una bonita historia de un niño que tenía como misión contar estrellas todas las noches. Al final, Clara cae rendida y se duerme apaciblemente.    Al día siguiente, al volver del cole se encuentra

Pixie y Dixie, mis ratones favoritos

    Hoy os voy a enseñar uno de mis dibujos animados favoritos de cuando era niña. Me encantaban los ratoncillos Pixie y Dixie, siempre haciéndole trastadas al gato Jinks, que tampoco dejaba de hacer de las suyas para cazar a los "malditos roedores" como el los llamaba.   Me gustaba el doblaje de los personajes animados, a Pixie le pusieron  acento mexicano y a Dixie acento cubano   ( eran mis favoritos y creo que de todos los niños de entonces) y el acento andaluz del gato Jinks (al menos así era aquí en España, en otros países no tengo ni idea).  Eso sí, cuando algo les pasaba a estos pequeños roedores, el gato Jinks se apiadaba de ellos, pero sin dejar de lado su instinto de gato que como ya sabéis siempre tiene como enemigo natural a un ratón- en este caso son dos- y entonces vuelta a la batalla. Al final, lo que se imponía era una convivencia entre estos tres seres que nos deparaban muy divertidas aventuras.  

El hada Sybilla y su viaje al mundo real (1ª parte)

   Quiso la casualidad, o quizás fuese el destino, que un hada del reino de “Fantasía” cansada de vivir encerrada en el mundo imaginario decidiese emprender la aventura más arriesgada que ocurrírsele pudiera a un hada; traspasar los límites del mundo imaginario para conocer el mundo real. Nique, la reina de las hadas, intentó persuadirla, pero Sybilla –que así se llamaba-tenía curiosidad por conocer qué había más allá de su mundo, conocer otros seres, sus formas de pensar, de vivir y el mundo que les rodea. Tomó su corcel blanco y con la ayuda de su amigo el halcón dorado emprendió el viaje hacia el mundo real.      Cruzó valles, ríos, y montañas buscando a alguien que le dijese cómo llegar hasta ese mundo que tanto ansiaba conocer. Preguntó a elfos, gnomos y a otras hadas que iba encontrando a su paso; más ninguno de ellos supo darle cuenta del paradero de ese misterioso y desconocido mundo, pero todos sin excepción se atrevían a advertirla de sus innumerables peligros de