Hoy ha llegado al baúl la rubia oxigenada por la que me cambiaste. Confieso que desde que tomaste la decisión de dejarme en aquella estantería, olvidada y triste, cogiendo polvo día a día, la odié con todas mis fuerzas. Ahora la miro y al verla así, triste y deshecha de dolor, con la misma expresión que tuvimos todos los demás al ser depositados en este lúgubre baúl, siento pena por ella.
Recuerdo aquellos días en los que era tu muñeca preferida. Me contabas historias de princesas y caballeros valientes al rescate. Al anochecer, convencías a tu madre para que durmiera contigo. Te abrazabas a mí con mucho cariño y yo me sentía inmensamente feliz. Cada mañana te despedías diciéndome, no te preocupes pronto volveré del cole y jugaremos juntas. Y yo no me preocupaba porque sabía que pronto estaría contigo otra vez. A veces jugábamos con otras niñas y sus muñecas...¡lo pasábamos tan bien!
Llegó un día de Navidad, estabas muy nerviosa y me dijiste que no tuviera miedo porque siempre sería tu mejor amiga. Pero al desenvolver aquel paquete tan bonito con lazos dorados algo cambió. Allí estaba ella, una muñeca estilizada de plástico, hermosa y rubia. Desde entonces solo tenías ojos para ella, olvidándote de mí, abandonándome en aquel rincón dónde me condenaste a vivir. Y allí fui testigo de tu olvido, de tus juegos con la rubia de moda. Barbie ¿te apetece un poco de té o prefieres un refresco? Mis ojitos de fieltro negro se convirtieron en un pozo de tristeza y desesperación, mi corazón de trapo sufría con cada rechazo y tu no te dabas cuenta. Cada día se convertía en una pesadilla para mí, pero …¿Qué podía hacer yo para que te dieras cuenta de mi sufrimiento? Solo soy una muñeca de trapo y nada más.
Con el paso del tiempo también dejaste de jugar con ella, pensé que volverías conmigo, pero no fue así. Supongo que te hiciste mayor para jugar con muñecas. Aunque a ella le reservaste un lugar especial en tu cuarto, un lugar para ser admirada.
Una noche sucedió algo inesperado, volviste a casa llorando desconsoladamente y sin yo esperarlo me cogiste, y me abrazaste apretándome contra tu pecho, y entendí que aún me querías, que no me habías olvidado. Te quedaste dormida y abrazada a mi, como cuando eras pequeña y mis ojitos se llenaron de lágrimas de alegría. Al día siguiente, esa alegría se desvaneció como se desvanece el humo cuando sopla una brizna de aire. Recibiste una llamada y tu cara se iluminó de alegría, y comprendí que volvería al mismo lugar de antes, al olvido.
A las dos semanas, decidiste hacer limpieza y guardaste todos los juguetes en un viejo baúl que habías restaurado con tus propias manos. Allí me condenaste a vivir para siempre, pero la rubia oxigenada tuvo mejor suerte y se quedó en la estantería de tu habitación. Confieso que eso me entristeció muchísimo. Lloré amargamente, pero una vieja muñeca de porcelana me consoló contándome su historia. Ella había sido la muñeca preferida de tu madre y luego pasó a tus manos, ahora estaba allí dándonos ánimos a todos. Nos decía que quizás, pronto tendríamos la suerte de volver a jugar con otro niño. Eso nos alegró y nos hizo tener esperanzas. Entonces me hice una pregunta...¿Cuánto tiempo habré de esperar? y fue ese día en el que apareció ella, y aquí está llorando amargamente y preguntándose por qué está aquí con el resto de los juguetes. Y al verla así ya no la odio, solo siento lástima por ella...
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