La mañana amanece enmarañada, las nubes plomizas parecen amenazar lluvia, a pesar de ello hace calor, un calor pegajoso.
No muy lejos de allí, seres de luz acaban de entrar a través del portal abierto por Xochitl, ahora combaten con las oscuras y espeluznantes criaturas del Abismo Insondable. El ejército reunido por Nique es mucho más fuerte y la balanza se va inclinando al lado de Nique, al menos de momento.
No muy lejos de allí, seres de luz acaban de entrar a través del portal abierto por Xochitl, ahora combaten con las oscuras y espeluznantes criaturas del Abismo Insondable. El ejército reunido por Nique es mucho más fuerte y la balanza se va inclinando al lado de Nique, al menos de momento.
Al llegar a la plaza del pueblo, Clyssa y los demás acompañantes se quedan sorprendidos. Han preparado una hoguera y las gentes del pueblo se arremolinan para ver qué sucede.
-¡Vecinos todos!- Grita el alcalde desde el cadalso.
-¿Qué ocurre?- pregunta una anciana que apoyada en su bastón intenta a duras penas abrirse camino entre la concurrencia.
-No lo sabemos -contesta el mesonero- debe ser que han cogido a los culpables de tanto destrozo.
-¡Os hemos reunido aquí para hacer justicia!- prosigue el alcalde.
Mientras tanto, Daniel y su hermana se abren paso entre el gentío. Clyssa y Bob se camuflan entre los soportales de la plaza ocultándose. Daiene avanza por detrás, hasta colocarse en un punto estratégico. En una de las esquinas está Selene, el hada de las estrellas a la espera de una señal. Unos monjes venidos de un monasterio situado en las montañas del valle están presentes, apenas se les ve la cara.
Nasteala hace acto de presencia subiéndose al entarimado, tras ella dos verdugos que sujetan con fuerza a Sybilla. Adriana al verla se entristece y al mismo tiempo se apodera de ella un sentimiento de rabia e impotencia. Está a punto de estallar.
-¡Queridos conciudadanos de la villa!- grita en tono solemne el alcalde mientras se recompone- los sucesos acaecidos esta noche, no han sido otra cosa que consecuencias de la práctica de artes oscuras llevadas a cabo por esta joven-proclama señalando a Sybilla que se muestra triste e indefensa ante todos.
-¿Y cómo sabe usted eso?- pregunta alguien entre el público.
- Porque la pillamos en el momento en que hacía volar un ser extraño y diminuto- responde el alcalde.
- ¿Y no será que estaba borracho como de costumbre y le echa la culpa a esa joven indefensa?- pregunta una voz de mujer que al alcalde se le antoja familiar.
- No, no juro por mi honor que no estaba borracho esa noche- replica mientras se quita el sudor con un pañuelo blanco.
-¿Y cómo explica toda esa caterva de monstruos que iban destrozándolo todo a su paso?- pregunta indignado el mesonero- no me dirá usted que también fue obra de la joven.
-Aunque le parezca raro, sí- afirma rotundamente.
-¿Y qué pensáis hacer con la joven?- pregunta Daniel.
- ¡Por la autoridad que me concede mi condición de alcalde y juez de esta villa, yo la condeno a morir en la hoguera como tal bruja!
Los verdugos elevan a Sybilla en un taburete y comienzan a atar a Sibylla en un palo clavado horizontalmente en el suelo del entarimado. A continuación llenan de troncos viejos y secos de olivo el suelo bajo los pies de la joven, que se muestra triste y murmura algo que no aciertan a comprender.
-¡ Es mentira!-grita con fuerza una niña, mientras todos se quedan estupefactos al oír por primera vez la voz de la pequeña Adriana.
-¡Quien osa contradecirme!- grita furioso el alcalde.
- ¡Yo, Adriana!- responde la niña- sois unos mentirosos y unos asesinos- prosigue la niña.
-¿Pero qué estas diciendo niña?- pregunta su tío que acaba de mudar el color.
-Os vi a ti, al alcalde y al boticario la noche en que se produjo el incendio en la granja de mis padres- afirma muy segura de lo que está diciendo- y vi al boticario entrar con un bote en el granero, cuando salió se estaba riendo y el granero empezó a arder.
Daniel, se queda sin habla, pero un sentimiento de rabia le invade y salta al entarimado agarrando por el cuello al alcalde, al mismo tiempo que le llama asesino. Su tía Griselda no puede creer lo que acaba de oír y presa de la furia coge un trozo de madera y se lía a golpes con su marido.
-¡Tu no vales nada! pensé que me querías y lo único que querías era apoderarte de la fortuna de mi familia- grita sin control mientras le asesta un golpe tras otro- y no tuviste suficiente con mi hacienda, que tuviste que asesinar a mi hermana y su marido para así quedarte con la granja, ¿acaso no tienes suficientes tierras o se las pensabas entregar a esa arpía embutida en plástico negro?- grita enfurecida mientras señala a Nasteala
-¡Detenedles!- grita el alcalde.
Nasteala ordena a sus esbirros tomar la plaza para evitar que sus planes se frustren. Pero al mismo tiempo se produce un encuentro inesperado, los monjes que se hallaban en la plaza descubren su rostro y resultan ser un nutrido grupo del ejército de Nique, ahora en la misma plaza se enfrentan las fuerzas oscuras de Nasteala y los seres de luz de Nique. Las gentes del pueblo se amotinan e intentan salvar a Sybilla. Daniel en un acto reflejo, empuja al alcalde contra Nasteala y planta cara a los dos verdugos, mientras que el mesonero y otros hombres del pueblo se esfuerzan por liberar a Sybilla.
-¡Os hemos reunido aquí para hacer justicia!- prosigue el alcalde.
Mientras tanto, Daniel y su hermana se abren paso entre el gentío. Clyssa y Bob se camuflan entre los soportales de la plaza ocultándose. Daiene avanza por detrás, hasta colocarse en un punto estratégico. En una de las esquinas está Selene, el hada de las estrellas a la espera de una señal. Unos monjes venidos de un monasterio situado en las montañas del valle están presentes, apenas se les ve la cara.
Nasteala hace acto de presencia subiéndose al entarimado, tras ella dos verdugos que sujetan con fuerza a Sybilla. Adriana al verla se entristece y al mismo tiempo se apodera de ella un sentimiento de rabia e impotencia. Está a punto de estallar.
-¡Queridos conciudadanos de la villa!- grita en tono solemne el alcalde mientras se recompone- los sucesos acaecidos esta noche, no han sido otra cosa que consecuencias de la práctica de artes oscuras llevadas a cabo por esta joven-proclama señalando a Sybilla que se muestra triste e indefensa ante todos.
-¿Y cómo sabe usted eso?- pregunta alguien entre el público.
- Porque la pillamos en el momento en que hacía volar un ser extraño y diminuto- responde el alcalde.
- ¿Y no será que estaba borracho como de costumbre y le echa la culpa a esa joven indefensa?- pregunta una voz de mujer que al alcalde se le antoja familiar.
- No, no juro por mi honor que no estaba borracho esa noche- replica mientras se quita el sudor con un pañuelo blanco.
-¿Y cómo explica toda esa caterva de monstruos que iban destrozándolo todo a su paso?- pregunta indignado el mesonero- no me dirá usted que también fue obra de la joven.
-Aunque le parezca raro, sí- afirma rotundamente.
-¿Y qué pensáis hacer con la joven?- pregunta Daniel.
- ¡Por la autoridad que me concede mi condición de alcalde y juez de esta villa, yo la condeno a morir en la hoguera como tal bruja!
Los verdugos elevan a Sybilla en un taburete y comienzan a atar a Sibylla en un palo clavado horizontalmente en el suelo del entarimado. A continuación llenan de troncos viejos y secos de olivo el suelo bajo los pies de la joven, que se muestra triste y murmura algo que no aciertan a comprender.
-¡ Es mentira!-grita con fuerza una niña, mientras todos se quedan estupefactos al oír por primera vez la voz de la pequeña Adriana.
-¡Quien osa contradecirme!- grita furioso el alcalde.
- ¡Yo, Adriana!- responde la niña- sois unos mentirosos y unos asesinos- prosigue la niña.
-¿Pero qué estas diciendo niña?- pregunta su tío que acaba de mudar el color.
-Os vi a ti, al alcalde y al boticario la noche en que se produjo el incendio en la granja de mis padres- afirma muy segura de lo que está diciendo- y vi al boticario entrar con un bote en el granero, cuando salió se estaba riendo y el granero empezó a arder.
Daniel, se queda sin habla, pero un sentimiento de rabia le invade y salta al entarimado agarrando por el cuello al alcalde, al mismo tiempo que le llama asesino. Su tía Griselda no puede creer lo que acaba de oír y presa de la furia coge un trozo de madera y se lía a golpes con su marido.
-¡Tu no vales nada! pensé que me querías y lo único que querías era apoderarte de la fortuna de mi familia- grita sin control mientras le asesta un golpe tras otro- y no tuviste suficiente con mi hacienda, que tuviste que asesinar a mi hermana y su marido para así quedarte con la granja, ¿acaso no tienes suficientes tierras o se las pensabas entregar a esa arpía embutida en plástico negro?- grita enfurecida mientras señala a Nasteala
-¡Detenedles!- grita el alcalde.
Nasteala ordena a sus esbirros tomar la plaza para evitar que sus planes se frustren. Pero al mismo tiempo se produce un encuentro inesperado, los monjes que se hallaban en la plaza descubren su rostro y resultan ser un nutrido grupo del ejército de Nique, ahora en la misma plaza se enfrentan las fuerzas oscuras de Nasteala y los seres de luz de Nique. Las gentes del pueblo se amotinan e intentan salvar a Sybilla. Daniel en un acto reflejo, empuja al alcalde contra Nasteala y planta cara a los dos verdugos, mientras que el mesonero y otros hombres del pueblo se esfuerzan por liberar a Sybilla.
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