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El dragón de las chuches

imagen de dragón pequeño sobre una montaña de chuches


  Erase una vez una pequeña princesa a la que le gustaban mucho toda clase de chucherías: gominolas, caramelos, chicles, etc. Su madre-la reina Carola-estaba cansada de aconsejarle que no comiera tantas golosinas, pero la pequeña no hacía ningún caso.
 Un buen día, la pequeña, se levantó con un horrible dolor de dientes y el moflete izquierdo totalmente hinchado. Al verla en ese estado, su madre le dijo que debían visitar al médico esa misma mañana, pero la pequeña se negó en rotundo. Ante la negativa, la reina, decidió que lo mejor sería que fuese el rey quien persuadiera a la princesa para ir al dentista, pero tampoco el rey tuvo mucha suerte. Pero la casualidad hizo que un viejo guardia escuchase al rey hablar con su hija, y decidió intervenir.
-Alteza si me permitís, puedo contarle a la princesa que fue lo que le ocurrió al dragón de las chuches-dijo guiñándole el ojo.
 El rey curioso por saber si el viejo guardia acabaría por convencer a la princesa accedió de buen grado.
-¿Conoces el cuento del dragón de las chuches?-le preguntó a la pequeña.
−No, no la conozco. Por favor, cuéntamelo.

  “En un lugar de un apartado reino, hace mucho tiempo, vivía un pequeño dragón llamado Goliat. Era un dragón alegre y divertido, todos le querían porque no hacía daño a nadie. Pero tenía un defecto: le encantaba comer muchas chucherías.
   Un buen día, Goliat, se levantó con un dolor de dientes terrible y su cara totalmente hinchada. Goliat, no podía soportar el dolor, así que acompañado de su amigo el pequeño Pedrito fueron a ver al doctor.
     El doctor al ver el diente de Goliat en tan mal estado, le dijo que lo tenía que extraer y Goliat se asustó. Pero el doctor le tranquilizó prometiéndole que no le dolería nada y que al cabo de unos meses le volvería a salir otra vez. Así que el doctor le extrajo el diente y se lo dio para que lo colocara debajo de su almohada. ¿Y para qué doctor?, le preguntó. Pues para que el ratoncito de los dientes te deje unas monedas, regalos o juguetes, le contestó el doctor.
   El pequeño dragón hizo caso del doctor y colocó su diente debajo de su almohada. A la mañana siguiente, encontró unas monedas debajo de su almohada y se puso loco de contento. Y con las monedas no tuvo otra idea que comprarse bolsas de chucherías. Así pues, a la semana siguiente, volvió al doctor con otro diente para extraer. De manera que, al día siguiente volvió a encontrar más monedas bajo su almohada. Esto es un chollo, dijo. Así puedo comprar todas las chuches que quiero.
   Al cabo de un mes, el dragón se quedó con un solo diente y un dolor de tripas enorme. Como no podía aguantar tanto dolor, su madre le llevó al doctor. El doctor, al verlo, se echó las manos a la cabeza y le dijo, pero Goliat ¿no quedamos en que no volverías a comer más chucherías? Goliat se avergonzó y le prometió no volver a hacerlo.
Al salir de la consulta, el doctor le preguntó si volvería a comer chuches y Goliat le contestó, <<ahoa fi que no puefo comef fufes, pof que no teno fientef>>. Y su madre y el doctor se echaron a reír.  A partir de ese día no volvió a comer chucherías”.
-¿Pero, ya no volvió a comer nada?-preguntó la princesa.
-Sí que podía comer, pero solo papillas.
-¿Y le volvieron a salir los dientes?
-Claro que sí, pero ya no volvió a comer chuches porque si se le caían otra vez, ya no le volverían a salir.
  Al decir esto, la pequeña princesa se quedó pensativa y llamó a su madre. Había decidido que había llegado la hora de ir al dentista.

   A la mañana siguiente, encontró unas monedas bajo su almohada y decidió que lo mejor era comprar un libro de aventuras de los que tanto hablaba su amiga Elvira.
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