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La ciudad de los libros olvidados

    

Melisa está en clase de Literatura y Melitón ronca en la mochila de Melisa alegremente. Silvestre no para de quejarse y Miranda está pintando monigotes en su blog. La profesora aún no ha llegado, y el profesor de guardia anda jugando en su tablet sin poner atención al alboroto que hay formado en la clase. Hasta que asoma por la puerta la cabeza de María Luisa, la profesora de Literatura, poniendo orden a todo el mundo incluido a Don Ernesto, que del susto casi se le cae la Tablet. Después del alboroto la profesora comienza su clase, hoy toca la figura de Hans Christian Andersen, y Melitón ajeno a todo sigue durmiendo en la mochila sin enterarse de nada.
   Al salir de clase Elvira, la tía de Melisa, los espera.
-Chicos, hay un problema muy gordo. Malcoco hace un mes que salió de la cárcel y lo último que sabemos de él es que fue visto junto a su ayudante cargando una furgoneta con muchas consolas de videojuegos y tras cargarla desapareció.
-Igual se ha ido a un pueblo a vender videoconsolas-responde Silvestre.
   El profesor Piedrahita que lo oye, casi le da un ataque.
-¿Qué ha salido el malnacido de mi hermanooo?-pregunta sorprendido y algo enfadado.
-Sí, nos lo acaban de confirmar las autoridades después de que los sorprendieran a él y a su ayudante robando el prototipo de la máquina del tiempo.
-¿Y dónde se ha metido ese pedazo de mentecato?
-Por lo que creemos deben estar en Odense, una ciudad de Dinamarca, al ayudante se le cayó un mapa de Dinamarca de 1800 y llevaba escrito el nombre de Christian Andersen.
-Anda el de los cuentos, para mí que el zanahorio ese no trama na bueno-comenta Melitón que acaba de despertarse.
-Entonces tendremos que viajar a la ciudad donde nació Hans Christian Andersen-Propone Eugenio, el genio.
-Voto por ello-responde Miranda. Es lo más sensato, si lleva videoconsolas algo trama con el niño Andersen.
-Sea como fuere tenemos que impedir que lleve a cabo sus fechorías. Después de comer os espero a todos en el taller del abuelo de Eugenio-propone Elvira.
A la hora convenida todos se dirigen al taller, donde se encuentra el autobús del tiempo. Pero a Melitón le ha entrado un mosquito en un ojo y se le ha hinchado mucho. Melisa rápidamente le da uno de sus pociones y ahora no ve más que sombras.
-No veo un pimiento-se queja.
-Ya verás dentro de poco, no te apures Melitón-le regaña.
-Sí, sí eso lo dirás tú, pero yo me voy dando tortazos contra todas las farolas que nos encontramos, he tropezado con dos piedras y casi me cuelo por la alcantarilla de al lado de casa.
-¡Qué quejica!-se queja a su vez Melisa.
Y como no ve casi nada, termina cayendo en una mierda enorme de un perro enorme.
-¡Mierda!-exclama enfadado.
Melisa y el búho Ricardo no paran de reírse.
-Sí, has acertado, es una mierda y enooorme-le responde muerto de risa Silvestre que acaba de llegar.
Lo toman por la cola con mucho cuidado y lo introducen en una fuente que hay en la plaza dónde tiene el taller el abuelo de Eugenio. Después de lavarlo bien, Melisa lo enjabona con un gel especial de lavanda y el olor a mierda desaparece por completo. Pero no la ceguera.
Cuando todos están reunidos, suben al autobús y se trasladan a la ciudad danesa de Odense, al año 1813 que era el número que aparecía escrito en el mapa olvidado por Antonio Zanahorio.
Al llegar a la época se encuentran con una gran ciudad. Es un día nublado y plomizo, pareciera que hasta los habitantes estuvieran desteñidos, grises y algo tristes. Algo ocurre que se les escapa de las manos. El búho Ricardo es el primero en darse cuenta.
-No hay un solo niño jugando en las calles.
-Quizás estén en el colegio o es la hora de comer o de la merienda-sugiere Miranda.
Deciden recorrer la ciudad, no sin antes esconder el autobús para no llamar mucho la atención.
Pasean por la ciudad y sus calles. Al llegar a la plaza de la Catedral visitan el mercado y allí algo les llama la atención. Sobresale entre todos el cabello pelirrojo de un individuo muy peculiar que anda vendiendo aparatos electrónicos a la gente que los compran con mucha expectación. Al verlos el individuo huye, no hay duda, es Antonio Zanahorio. Los chicos tratan de darle alcance, pero el individuo se escabulle entre las gentes. El búho Ricardo que lo sigue desde lo alto lo ve entrar en un edificio dos manzanas más abajo avisa a Elvira, y los chicos. Cuatropelos y el profesor Piedrahita encuentran a un hombre sentado en la escalinata de la Catedral lamentándose y llorando. Al preguntarle que le ocurre les cuenta que hace unas semanas dos individuos llegaron al colegio diciendo que eran enviados por el rey y que se encargarían de mejorar la educación de los niños. Les regalaron unos artefactos extraños y diabólicos, les prohibieron leer libros y ahora ni leen, ni juegan, se pasan el tiempo como hechizados ante esa cosa.
-Debe tratarse de Malcoco y su ayudante-afirma Cuatropelos.
-¿Les conocen ustedes?-pregunta el hombre.
-Es una larga historia, pero sí les conocemos. Y dígame, ¿usted era profesor en ese colegio?-Pregunta Piedrahita.
-El director, yo era el director de ese colegio.
-¿Puede llevarnos al colegio?
-No puedo, me echaron ellos mismos. -Usted llévenos que ya le iremos contando por el camino un par de cosas que le interesa saber.
Le cuentan que aquel director y su ayudante son dos impostores que viajan por el tiempo haciendo fechorías y que ellos intentan cazarle y entregarles de nuevo a las autoridades. El verdadero director aunque está contento de saber que son dos farsantes, no le cabe en la cabeza lo de viajar en el tiempo. Hasta que Cuatropelos enciende su móvil y le enseña un videojuego al director y a este casi le da un ataque. Él les cuenta que aquellos malhechores ordenaron quemar los libros de la biblioteca, pero con la ayuda de algunos vecinos y algunos profesores lograron salvar la mayoría de los libros. Desde entonces hasta los adultos están obsesionados con esas máquinas y la ciudad parece gris, quizás deberían llamarla la ciudad de los libros olvidados.
-¿Por casualidad conoce usted a Hans Christian Andersen?
-¿Al hijo del zapatero? Sí le conozco, intenté que estudiara pero es muy vago, sus padres apenas tienen dinero para darle educación. Así que está en el taller aprendiendo el oficio de su padre.
Cuatropelos y Piedrahita se miran aliviados de momento, quizás no haya sido seducido por los videojuegos de Malcoco.
Cuando llegan a la puerta del colegio, se encuentran a los chavales jugando a los videojuegos, y Melitón que no ve nada pero oye el ruidito de las máquinas, empieza a saltar de una a otra. Los niños al ver en sus pantallas un ratón dando saltos se asustan y dejan caer la consola. El estropicio es total. Malcoco enfurecido intenta llegar hasta Melitón, pero al pisar trozos de plástico de las videoconsolas rotas se resbala y va a darse contra el poste de recepción. La risa es tremenda y ya nadie juega, todos parecen divertidos con los tropiezos del ratón y de aquel calvo director. El ayudante pelirrojo al ver a Melisa y a los chicos coge un artefacto extraño y tomando al calvo de Malcoco desaparecen rápidamente de aquel escenario.
El problema aumenta porque los chicos al ver sus juguetes rotos protestan enfurecidos como locos y se dirigen a ellos como si fueran unos zombies atacando a su presa, Melisa a la desesperada lanza un hechizo para que duerman, y por una vez el hechizo es efectivo quedando plácidamente dormidos, incluidos Elvira y sus compañeros; por lo que no le queda otra que despertarlos uno a uno y después de hacer desaparecer todos los regalos de Malcoco los vuelve a despertar. Sin perder un minuto se dirigen hasta la zapatería del padre del futuro escritor. Allí lo encuentra bajo la sombra de un árbol jugando con la videoconsola, aunque no parece que funcione. Se le ha acabado la batería así que la tira y se levanta para ir al puerto. Los chicos respiran aliviados aunque se les haya escapado Malcoco. Ya lo pillarán.

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